domingo, 2 de octubre de 2011

Sagrado Delirio

Sagrado Delirio:

En algún confín del viejo mundo, durante la infancia de esta añosa humanidad, existió un reinado fantástico a la vista de nuestros actuales ojos; donde sus integrantes, desde el que poseía la mas alta jerarquía hasta el mas plebeyo, gozaban entre si de relaciones armónicas. La vida se desarrollaba, en fin, de forma sencilla y en paz.
Puertas adentro del palacio todo es dadiva, vino, fiesta. Pero este no era un reino cualquiera, como mencione con antelación, y debido a su profunda inocencia las fuerzas superiores le concedían a todo ser el don de materializar sus deseos. Bastaba pensar en la posesión del bien requerido (siempre menores a los de su majestad: el magnánimo, benemérito, ínclito, egregio, insigne, etc., etc.? Zolut II) para que este apareciera casi de forma instantánea y natural. Pero es solo un deseo por día y uno por persona, además unicamente se lo podía usufructuar dentro de los dominios de Zolut II por que las potencias generadoras de tales prodigios tienen reglas a observar de sus fuerzas superiores, a las que los habitantes del lugar denominaban supradioses. Solo el rey, y en una situación extrema, podía invocar sus ultra sagrados nombres. Las divinidades a saber eran cuatro. Por orden jerárquico: Galic, señor de todas las causas. Tendrum, para quien el todo y la nada es la misma cosa. Copric, matriarca de todo lo que respira; y Ejerk, quien invento todos los lenguajes, sonoros y sordos que existieron y existirán.
Zolut II medía alrededor de 1.40m al igual que toda su familia y como se casaban entre ellos, la realeza nunca superaba esas dimensiones, el resto de la población media aproximadamente 1.70m. Los habitantes del lugar creían que el estado óptimo del ser se daba en la infancia, por lo que alguien que conservaba la estatura de aquel entonces no podría ser otra cosa sino rey.
Una mañana en la que el monarca junto con su sequito real regresaban al palacio, se toparon en su camino con una canasta que contenía un bebe y una nota que manifestaba lo siguiente: (?) Que el niño posea la libertad que le falto a sus padres. No le pongan ningún nombre; instrúyanlo, pero no lo obliguen a seguir ningún camino (?)
Su majestad comprendió a la perfección el problema filosófico que esto acarreaba: en aquel momento las palabras tenían valor y si algo no se podía nombrar, significaba que de alguna forma no existía. La palabra desconocido estaba referida a lo meramente intuitivo, además los seres siempre temieron a lo que desconocen. Zolut II para no atraerse la malevolencia de Copric, decide apadrinar al niño, haciéndose cargo de su educación y lo envía a una institución a tales efectos, bajo la prohibición real de nominarlo de forma permanente hasta que cumpla la mayoría de edad y sea del todo librado a su propio destino.
El inexistente, ya q así lo apodaron provisoriamente, vivió libre y feliz hasta su mayoría de edad; pero una vez atravesada esta, se angustio, pues no encontraba un nombre que pudiera definirlo. Aun así continuo buscando.



El reino de Zolut II había entrado en conflicto con su vecino del norte por una porción del territorio que ambos reclamaban como propio. El rey del norte se llamaba Touloz II, la estatura promedio de su familia era de aproximadamente 1.70m y toda su población era enana, y al ver que su rey era más grande lo creían superior y por tanto digno de sus facultades y privilegios. Su país estaba interiormente signado por el conflicto debido a que los bienes brotaban naturalmente de la tierra, el agua, la piedra y cuando esto sucedía todos los codiciaban al unísono más allá de su abundancia.
Los ejércitos de Touloz II llegaron a las fronteras del país lindero y comenzaron a lanzar proyectiles encendidos valiéndose de catapultas gigantescas que podían atravesar los océanos. Ambos reinos eran satisfactoriamente prósperos, pero si algo codiciaban los invasores era el orden en la adquisición del acervo.
Como era de esperarse, el caos domino la escena de los agredidos; entonces el rey llamo a tranquilidad, y a la concentración entera del país en un único y poderoso deseo (que debido al numero de demandantes, tendría un efectivo poder de convocatoria) consistente en una gigantesca muralla fronteriza. Su pueblo obedeció. El muro se erigió casi de la nada, pero al poco rato fue derrumbado junto con las esperanzas de todos. Luego de colapsar la común empresa, cada uno obedeció a su instinto de auto conservación e imaginaban pequeños refugios individuales que eran fácilmente aplastados por el enemigo. El monarca, entonces, ante la gravedad de la situación decide nombrar a los ultra sagrados para que acudan en su auxilio. Al mismo tiempo el ejército real se retiraba rauda y desordenadamente, pero el Inexistente avanzaba en dirección contraria a las hordas despavoridas, como si no diera crédito a la realidad en que se encontraba inmerso. Él no tenía ninguna sujeción con respecto a la ley, a las costumbres, a la forma de ver de sus congéneres, no tenia miedo a lo que podría ocurrirle, se sentía si edad, ¡ni siquiera tenia nombre! Y debido a sus cuantiosas carencias, en un país obscenamente próvido, tampoco contaba con cadenas de ningún tipo. Era libre, tal cual sus padres lo dispusieron en la mentada misiva.
En medio del fuego, los gritos, cuerpos mutilados y el inminente invasor; el inexistente, jamás pensó en las ruinas humeantes de aquella civilización que supo ser armónica; sino, más bien, se atrevió a imaginar al enemigo inerme, después los pensó sin animo de agresión, para luego verlos retroceder por donde vinieron. Lamentablemente con los muertos que cobró la estrechez mental, ya nada podía hacerse.
El pueblo aclamo al inexistente con justa razón, como su salvador, y fue llevado al palacio en andas para recibir condecoraciones de todo tipo. Durante los días que duraron las celebraciones nadie deseo nada y los dioses se aburrieron como no lo habían hecho durante eones. Se sintieron prescindibles. Temieron a este mortal que había logrado derrotar a un ejército, resolver una situación de proporciones infinitamente más grandes a sus capacidades sin ayuda de una super arma, de un plan, del rey y lo que es peor? sin la injerencia divina. Esto, sin duda, configuraba una amenaza a la que había que poner coto sin dilaciones, por lo que los cuatro grandes se hicieron presente en medio de la fiesta. Entre una devoción rayana con el éxtasis de unos, y el supremo respeto lindero con el temor de otros; los dioses conminaron al héroe en cuestión a que se pusiera un nombre (seguramente, de mas está decir que su intención con esta orden era limitarlo y así que todo vuelva a tomar el curso que tenia previo a la guerra). Por un momento el silencio se hizo absoluto eterno; entonces el inexistente respondió: mi nombre es? DELIRIO. En ese momento los dioses de augusto talante parieron un gesto de supremo pasmo y se disolvieron como un humo de colores en presencia del viento invernal.
La madre de Delirio había sido una enana. Su padre no.

Brunno Leon de la Merced.
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