domingo, 19 de junio de 2011

Carta a un Joven Anarquista


Carta a un Joven Anarquista.
Compañero:
Tu, joven libertario, que has visto la miseria de nuestra sociedad; tú que has visto la aberrante injus-ticia en que vivimos; tú que te has decidido a dejar de ser un esclavo; tú que has decidido empuñar el arma de la revolución contra todo tipo de Estado? a ti me dirijo compañero.
Sabes que es preciso organizar un movimiento realmente revolucionario y antiestatista; sabes que es preciso derrumbar todo el aparato estatal y formar una nueva sociedad, basada sobre la fraternidad, la solidaridad y la libertad.
Sabes bien que es ridículo y estúpido identificar al anarquismo con algún tipo de género musical. Sa-bes bien que ante todo, está el trabajo en pro de la revolución social anarquista que deseamos. En fin, sabes bien que es preciso transformar el mundo.
Pero a ese mundo nuevo no se accede después de la revolución; es preciso crearlo desde ya. Basta de simplonerías, basta de colgarse títulos: anarcovegano, anarcofeminista, anarcoinsurreccionalista? basta ya de títulos: somos anarquistas, y con esto queremos decir que estamos por la más completa libertad. Fraccionar nuestro movimiento dándonos distintos títulos cuando somos los mismos, no pue-de sino beneficiar a nuestros detractores.
Tu, compañero animalista, no declares la guerra a tus compañeros de lucha y si al régimen que man-tiene la explotación que tanto detestas; tu, camarada feminista, no te erijas en una nueva dictadora y ataques a los hombres, hermanos tuyos. Ataca al régimen estatal que te oprime y explota. Tú, com-pañero insurreccionalista, no desprecies la lucha de quienes optan por otros medios: ríndeles el arma, tiéndeles la mano, únete a ellos y trabajemos juntos. Tu, compañero pacifista, no des la espalda a quienes con la violencia atacan al enemigo, pues esos hombres buscan los mismos objetivos pacíficos que tu.
El enemigo al que buscamos destruir se ríe de nosotros cuando causamos divisiones, cuando perdemos el tiempo en atacar objetivos secundarios en vez de dirigir nuestras fuerzas al único enemigo que mantiene la explotación de todos: el Estado.
No basta desear que el mundo cambie, debemos cambiarlo desde ahora mismo: tendiéndonos la mano entre compañeros, llevando nuestras ideas de solidaridad y libertad a nuestra vida diaria; quien no actúa de acuerdo con los principios que dice defender no es más que un hablador. Seamos menos títu-los y palabras y más hechos.
El pueblo, ese pueblo del que formamos parte y con quien deseamos emanciparnos del yugo estatal, debe ver que esas ideas que defendemos no son una utopía. Si hablamos de libertad y solidaridad y luego nos dividimos entre nosotros, no nos asombremos de que se nos trate de utopistas; si por el contrario, actuamos practicando las ideas que enarbolamos, el pueblo bien pronto verá que no es una utopía de lo que hablamos: que ese mundo nuevo es posible, que nosotros somos la prueba viviente de que la solidaridad y la libertad entre las personas es posible, y que con relaciones así, el Estado no es más que un estorbo del que rápidamente debemos deshacernos.
Entonces, compañero que lees estas líneas, ¡despojémonos de la vestidura andrajosamente divisionis-ta que solo beneficia a nuestros enemigos; transformémonos en el hombre del mañana fraternal y so-lidario que recomendamos al pueblo!
Bien es cierto que la unión debe ser con compañeros que sean afines; pero respecto de los demás, no nos convirtamos en sus enemigos o les descalifiquemos ?porque si?; seamos siempre críticos de nues-tro movimiento, pero no dediquemos todas las fuerzas solo a la crítica y si mas a remediar aquello que vemos no funciona bien. Una misma idea de libertad y antiestatismo nos une por encima de las cuestiones personales. Quien busca el protagonismo en nuestras filas no busca en verdad la revolución sino solo fama y bien pronto les veremos alejarse. ¿Tenemos puntos en común? Trabajemos en ese sentido. ¿Tenemos diferencias? Hablémoslas despojados de todo prejuicio ortodoxo: nadie posee la verdad absoluta, y quien así crea está más cerca del Corán que del anarquismo. Debatamos todos los puntos de disensión, y una vez agotada la cuestión, volvamos sobre nuestros pasos y revisémoslos; pero no cometamos el error de imponer a los demás nuestros puntos de vista por la fuerza.
Poco vale la teoría si no va acompañada asimismo de la practica; las palabras pueden ayudar mucho, pero son los actos de las personas los que dan forma a eso que pretendemos realizar. Ese mundo nue-vo que evocaba Durruti debe salir de nuestros corazones y practicarlo en todos los actos de nuestra vida. El capital y el Estado podrán gobernar a las personas, pero son impotentes ante los actos solida-rios y fraternales entre las personas; y estos actos son por si mismos la muestra y el ensayo de ese mundo nuevo al que aspiramos.
Compromiso compañeros ¡Compromiso con nuestras ideas! ¡Compromiso firme y decidido! Si en ver-dad deseamos transformar el mundo, comencemos por nosotros mismos. Hagamos nuestro trabajo, y si hay compañeros que temen al compromiso serio y eficaz, nosotros sigamos nuestro camino. Pero por lo menos habremos de estar tranquilos de consciencia, pues habremos actuado de la mejor mane-ra en pro de las ideas.
No te hago un llamado a la unión entre personas que solo buscan unirse para hacer de ello un club de amigos donde pegarse una borrachera cada domingo; te escribo estas líneas, camarada, en llama-miento de todos aquellos que de verdad desean comprometerse de manera seria por la revolución, de todos aquellos que tienen ideas comunes para conseguir un bloque sólido de compañeros organizados. La ?unión por la unión? no nos satisface; unión de grupos afines, eliminación de toda cuestión perso-nal, compromiso con la lucha en el campo que cada compañero se adecue mas, eliminación inmediata de todos esos postulados y títulos ?inatacables? que se dan en nuestro seno (veganistas, feministas, insurreccionalistas, pacifistas, etc. Persiguen un enemigo en común, y eso es lo que debe atacarse y no las ideas de los demás), deben ser las tareas inmediatas del movimiento; y tu, compañero, sabrás bien actuar en el camino que tu consciencia te dicte.
Salud.
Erick Benítez
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