viernes, 28 de octubre de 2011

Cuento corto- El Legado

Hola y lectores, cómo les va? Paso a dejarlos uno de mis cuentos, espero les guste. Hasta la próxima, y espero sus comentarios.





Les aseguro que desde que tengo memoria siempre me dejó a la deriva. El primer recuerdo que tengo de mi padre es cuando me llevó a una plaza, yo tendría cuatro años, creo, y me prometió que en un rato me pasaba a buscar, me dijo ?quedate acá jugando, en un rato vuelvo y vamos para casa?, bueno, resulta que ese rato se convirtió en horas, se hizo de noche y hacía frío, y mi viejo todavía no aparecía. Les aseguro que fue una experiencia muy desagradable? cuando no quedaba nadie y las hamacas se movían por el viento, apareció, y tenía otra ropa puesta. Otro recuerdo que me quedó grabado pasó cuando terminé séptimo grado, en teoría todos los padres y madres pasarían a recibir el diploma con sus hijos, te hacían subir al escenario y toda la bola; pensé que en esta no me iba a defraudar, y me equivoqué, porque cayó cuando el acto había terminado, ¡pobre mi vieja, nos hizo pasar una vergüenza terrible! Desde ese día todos pensaron que era madre soltera y nos miran raro (tengan en cuenta que fui a una escuela lo bastante conservadora como para comprender la realidad de la situación). A los catorce medio que quiso recomponer la relación, tenían que verlo, caía todos los días a casa con alguna cosa cara a modo de regalo: arrancó con la compu (toda una novedad para la época), siguió con la Play, una bici nueva de no sé cuántos cambios, y una lista interminable de chucherías que estoy seguro las compraba en un Todo x $2, pero me decía que las vendían en los Shopping, y ropa de marca que habré usado una o dos veces, porque nada que ver con mi gusto, no soy quisquilloso, pero posta que nada que ver.

¿Y mi vieja? Bueno, pobre, es una buena mina, pero hay veces (por lo general?) que me dan ganas de sacudirla para ver si se le mueven las neuronas y reacciona. Ahí va ella y él, ahora estoy seguro que ni a palos se quieren, pero el qué dirán les puede más, y sí, la rutina se los chupó.

Cuando se me pasaba lo que las viejas llaman la edad del pavo, me puse paranoico por saber qué carajo hacía mi viejo para ganarse la vida (sí, vivía en una burbuja), porque mi escuela era carísima, todos los veranos nos dábamos el lujo de irnos de vacaciones a donde queríamos, mi vieja era ama de casa (es ama de casa), y teníamos un estilo de vida que no cualquiera podía mantener. ¡Abra kadabra! Mi padre era un mafioso. Ahora es un jubilado de elite, pero en esos tiempos era el dueño de cinco concesionarias de autos O Km. Un día lo seguí y conocí su cara más turbia: lo vi cagarlo a palos a un tipo con dos chavones trajeados a más no poder. Llegué a escuchar que le decían cuándo le iba a garpar, porque él no era Papa Noel? le destrozaron la cara.

Espero no estar pareciéndoles un plomazo contándoles esta funesta vida, ¡ah, perdón, todavía no les conté la ?mejor? parte! Resultó ser que un ?buen? día, a una semana de haber pasado mi cumpleaños número veintiuno, mi viejo después de cómo tres años que no lo hacía, me tocó la puerta de mi habitación y pasó. Se los resumo: me pidió que sea su mano derecha, pues ya era mayor, era un hombre y como tal tenía que continuar con el legado. No me quedó otra que decirle que sí (se me vino a la mente el tipo en la concesionaria). Debo confesar que los primeros seis meses el negocio marchaba viento en popa, hasta que un ?buen? día, para no perder la costumbre ¿no?, mi viejo se mandó una de las suyas, una jodida, una muy grosa. La cuestión radicó en que se les fue la mano a sus matones con un viejo, lo mataron a golpes en una fiesta de una fundación caritativa que una de las empresas de mi viejo apadrinaba (puro lavado de guita, obviamente), y resultó ser que el viejo este iba a ser candidato a diputado en las elecciones del próximo año.

No me olvido más, desde esa noche que lo detesto, no me entra en la cabeza cómo me pudo hacer algo así, a su propio hijo? Me llamó a las tres de la madrugada, me despertó a los gritos, que me vista y vaya ya para el evento, que me necesitaba ahí urgente. Fui tan pelotudo que me vestí y como un cordero fui rapidísimo.

¿Saben cuál fue la ayuda que necesitaba de mí? Ni bien me vio, me llevó al baño de hombres y me rogó que me lleve el cuerpo del susodicho, me acuerdo patente sus palabras ? Llevátelo a su casa, entralo metido en una caja que los muchachos te van a dar, y te ponés la esta ropa (me dio un bolso con un uniforme de mensajero) y después lo tirás ahí en la casa, dale vuelta todo, simulá un robo, algo así, qué se yo, que parezca que le entraron unos chorros y lo cagaron a trompadas. ¡Por favor, si se enteran los medios de esto estoy muerto! Se me cae el mundo, Germán, te lo suplico, hacelo por mí y por tu madre? Te lo pido a vos porque te da el bocho, sos inteligente, si se lo pido a los pánfilos éstos estoy muerto-. Nunca tendría que haber ido, nunca tendría que haberle dicho que sí cuando me pidió laburar con él y seguir con el legado.

Ahora, encerrado en prisión hace cinco años, todavía estoy esperando que mi propio padre haga algo para que su inocente hijo sea libre. Todos los días pienso, ¿cómo puede ser un padre tan nefasto para delegar a su hijo su propia calamidad? Sólo se me ocurre que quiere más a su vida, a su mundo, a su status, que a mí.

?Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna? (Juan 3:16).

Nota: la intención de este cuento no pretende la defensa de Jesús ante Dios, sino que busca poner de manifiesto la violencia simbólica o implícita en lo que se cree un acto de heroísmo.



Fuente: http://papelyfantasia.blogspot.com/2011/04/el-legado.html
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