martes, 1 de noviembre de 2011

River perdió contra el abogado del Diablo

River perdió contra el abogado del Diablo


GRACIAS, PELADO. El capitán se va de La Boca demostrándole a ellos lo que es el amor por la camiseta.

Boca el domingo se asoció con el abogado del Diablo. ?¿Dios, ese es el problema??. Te voy a dar información sobre él: a Dios le gusta mirar y es travieso, reflexiona, le da al hombre instintos, le da al hombre dones extraordinarios y luego se burla. Te juro, se burla para su propio rollo privado de chistes. Pone reglas. Esto está bien, esto está mal. Es un mojigato, venerar eso jamás. ?Mejor reinar en el infierno que en el cielo?, como dice Al Pacino en su recordado papel de anticristo.

Boca vive sin fe, no se juramenta, no cree en la ley. Cree el discurso anómico, genera una lluvia ácida que a uno lo llena de impotencia y de asco. Te rompe el micro a piedrazos, entran millones de plumas, letras de acrílico no permitidas, y te primerea en la AFA, mientras nosotros dormimos.

Se perdió el clásico de la peor manera. Ganó Boca a lo Boca, a lo Falcioni. Nos empapó la bronca, la reinstalación del ?vale todo?. Llovió sobre mojado. Esa cancha que Boca sabe embarrar también sin necesidad de echarle agua, y encima, sumado a ello, es justo decirlo, ese aguacero que hace del área rival nuestra propia pista de patinajes. Sabíamos que Funes Mori y Pavone andaban arrastrando un karma de abstinencia y que ya era hora de revertirlo. Pero otra vez no funcionaron, y asusta no encontrar respuestas de cara a lo que falta. Frágil uno, demasiado individualista y tosco el otro, no generaron peligro. Pero más que nunca, jugó ese factor extrafutbolístico que los maniató, ese que Boca ama. La vieja leyenda tramposa que es su Biblia cuando cuenta con la complicidad arbitral. Los dos delanteros millonarios, camiseteados hasta el hartazgo, abrazados, empujados, nunca pudieron jugar. Todo eso tuvo tanta o más incidencia en sus rendimientos que la real ineficacia de ambos.

Dio asco. Todo lo que pasó con el arbitraje fue Fellinesco. Todo lo que pasa en La Bombonera cabalga entre la farsa, lo bizarro, lo impune. Y todo se combina de manera tan perfecta que lo ilícito parece naturalizado. Y Boca hace un arte de esto. El fair play, una antigüedad; La permisividad de los árbitros, una constante. Esa manera histórica de despenalizar los penales, lo que es artero y evidente ha vuelto. Volvió de la mano de Loustau, un árbitro con pésimos antecedentes sobre el cual no hubo reflejos para frenarlo. Pero lo más grave es que se crea una atmósfera de corrupción que genera no solo la bronca del Pelado, que les contesta con cuatro besos inmortales a La Banda a los miles de proyectiles y escupitajos que le bajaban de la vergonzosa tribuna tecno. Lo que produce es un retroceso infinito en la aplicación de las normas, en la falta de credibilidad sobre la justicia, el fútbol y todo lo que son los reglamentos, que día a día están siendo más pisoteados.

Todo se manchó desde el minuto cero. Hubo por lo menos seis agarrones en el área de Boca, con Loustau a dos metros y sin animarse a cobrar. La Bombonera no es para árbitros tibios ni presionables por esos parlantes que se escucharon conectados entre el audio del estadio y la hinchada. No es para ?cagones? y Loustau lo fue. Debió echar a Somoza e Insaurralde y no se animó. Se comió el penal a Funes Mori, el off-side a Lamela en posición de gol y el del Tanque a los dos minutos del segundo tiempo. Pero además Boca recurrió al golpe constante. Cortó todos los avances cometiendo una falta sistemática y no dio dos pases seguidos. Eso sí, encontró dos goles de pelota parada -el primero, insólito- en cinco minutos y después el aliado que encontraron, ese ?abogado del diablo?, fue su jugador número 12.

Nos quedamos empapados de bronca. Se vio en la piel húmeda de Almeyda, en su sangre y la de todos de los que copamos la tercera bandeja contra esa hinchada abandónica que ayer volvió a la cancha porque llegaba River. Boca es eso, el mismo Boca de toda la vida. El ?de las nalgas bien anchas?, el de la oscura leyenda. El que no tiene ídolos propios y los inventa. El que te agarra en las dos áreas y nadie ve nada, el que te esconde las pelotas, el que tiene gente de civil en la cancha, el que digita los árbitros, el que saliva desde todos los rincones a los rivales, el que logra que la hasta la fuerzas de seguridad te carguen?

Fueron, son y serán los señores de la tranza, desde Armando hasta nuestros días. Fueron, son y serán los judas del fútbol sin trampas. Y River no pudo con una semana cargada de inseguridades y contradicciones, que aparecieron en el peor momento. A la recurrente abstinencia de gol y la falta de variantes en ataque, se le sumaron la confusa ausencia de Buonanotte, los algodones de Maidana y Acevedo, al punto que la salida del primero generó cinco minutos de desconcentración fatal, y Acevedo, que tuvo los primeros 20 minutos perfectos, se fue cayendo poco a poco. Y por último, la fiebre repentina del uruguyo Díaz, crucial para neutralizar a Mouche.

Demasiados contratiempos, demasiadas conspiraciones del destino como para enfrentar a este ?esperpento maquiávelico y pragmático? que es Boca. Que vive de la sangre, la provocación y el sadismo del vale todo. Si algo me quedó claro, es que el Diablo sabe por Diablo pero más sabe por bostero.

Vuelvo a reiterar mi juramento de fe del viernes. ¡Si, River, te juro amor eterno! Por ese maravilloso colorido que le volvimos a poner a la tierra que nos vio nacer antes que a ellos. Ese sentimiento de pertenencia que no descansa en ninguno de nosotros. Ese mismo que sintió Almeyda cuando reaccionó porque hacían tiempo. Esas cinco letras, ese ¡putos! que le espetó en la cara a su hinchada, resumen todo lo que esos profesionales de la mala leche merecían. Por eso me hago cargo de su hermosa puteada final. Yo hubiera hecho lo mismo. Arrésteme, sargento, voy preso con Matías si hace falta.

Fuente
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